..............................................Ahora Antiarrugas está aquí. Los posts más antiguos (2003-2012) están en antiarrugas.blogspot.com


La Travesía

viernes, 6 de septiembre de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 18 (y VI) Día 5: Viana do Castelo - Caminha

Salgo del hotel disparada, como siempre, la mañana siguiente. Y allá voy. Día 55 de mi caminata. Me quedan 24,5 kilómetros de Portugal por recorrer. Muy poco, o muy mucho, según lo mires.
En mi último día parece que han cancelado el tiempo y no hay cielo. Hay que mirar con mucha atención para encontrar los toques de color, aunque siempre los hay. Hoy están en esta pequeña serie (3!) de paradas de autobús que si no me equivoco debe de estar ligeramente inspirada en la bandera portuguesa...
Siguen apareciendo cosas curiosas bajo el cielo completamente blanco. Los habitantes de esta casa, muy ordenaditos ellos, apilan la leña y disponen y secan al aire los….
churros… ¡Qué cosa más rara! O ¿es normal y solo soy yo quien no lo había visto nunca?
Y el cielo se llena de neblina. Es un extraño día sin sol, un día que se traga a los colores, un día norteño. Más al norte en este país es casi imposible. Así que lo interpreto como una buena señal.
Además el color del cielo me da igual. Me dan igual muchas cosas. Porque mientras camino y camino y me voy acercando a mi meta empiezo a sentir una felicidad dentro de mí que sube y crece y esa felicidad lo es todo. Me siento total e irremediablemente feliz.

Este último año, y sobre todo este último mes y medio, he estado pensando mucho (léase más bien atormentándome) sobre acabar esta travesía, y esta fase de mi vida, y me he preguntado una y otra vez qué haré después y cómo viviré sabiendo que ya no tengo esto y que ya nada volverá a ser igual. Y tenía miedo. Miedo a acabar. Creo que quería caminar, y caminar, y caminar, y no acabar nunca. Incluso tenía ideas ―y muy concretas, muy perfiladas― tipo bajar por el otro lado hasta llegar otra vez a Vila Real… no sería imposible, la ruta existe. O a veces simplemente veía un enorme vacío, una vida ya exprimida, una edad y una situación que ya no me gustan nada… y encima sin Superconjuntada ya para ilusionarme todos los días del año. Viendo las orejas del lobo. Un poco preocupada.

Pero de repente el último día de mi travesía me doy cuenta de que todo el tema de acabar Superconjuntada lo tengo ya totalmente aceptado. Que he preguntado, me he contestado, he agotado esas vías de preocupación y ya me he quedado tranquila. Y lo único que queda es una profundísima felicidad y la sensación abrumadora de que esto, aquí y ahora, hoy, en esta carretera sin cielo y sin sol, es maravilloso, maravilloso, maravilloso. Y que estoy a punto de terminar, de conseguirlo. No tengo ninguna preocupación ya. Es lo mejor que me puede estar pasando. Es lo mejor que he hecho en la vida.
Y el día 12 de agosto, trotando por mis largas carreteras bajo el no-sol, eso viene a significar que soy feliz pase lo que pase, y que no me importa ni siquiera que me vengan a fastidiar con estúpidas flechas amarillas que nunca he seguido o incluso con el mismísimo Apóstol Santiago saliendo de un muro. De verdad, ya no me importa.
Nada importa, solo el hecho de que voy a llegar a Caminha. Y lo que siento no son ganas de bailar como algunas (muchas) veces, ni necesito música, no es querer contárselo a alguien, nadie lo entendería quizás y además no necesito contarlo, es algo interior. Es un poco como volar acunado en los brazos de tu propia sonrisa. Una tranquila y absoluta sobredosis de dopamina.
Sigue el trasfondo del día blanco e inexpresivo cuando llego a Vila Praia de Âncora. Me tomo un Sumol en un bar de la plaza y llevo muchos kilómetros, estoy cansadísima pero no soy capaz de quedarme mucho tiempo allí, la impaciencia va por dentro y me tira y me empuja y me jalea, ya descansaré más tarde.
Lo siguiente es un larguisisísimo carril bici que llaman el Sargaceiro que recorro sin dejar de sonreír y como si fuera una bici, solo que con un poco más de cansancio en las ruedas, y varios caminos más, todos larguísimos, aunque supongo que me hacen esto para prolongar mi felicidad. Pero cómo estoy deseando llegar…
Y luego… resulta que esto que se ve al final de una calle transversal entre las remolinantes brumas se llama… Espanha. Estoy viendo España…
Sin palabras. Estoy contentísima. Estoy en Caminha.

¿Y te has fijado en que en ese mismo momento ha salido el sol, y ha vuelto el cielo?

Es como ser un pequeño globo lleno de helio. Tengo que ir con la boca abierta para no despegar del suelo y salir volando por las calles de la tranquila y fronteriza Caminha. Y nada más importa. He llegado. Ya no hay quizases ni si Dios quieres. Lo he hecho y ya nadie me lo puede quitar. La Travesía Superconjuntada está completa. Lo he conseguido.
Una felicidad así solo se siente unas cuantas veces en la vida.
Cerveza, comida,
hotel. (En Caminha había que elegir entre un hotel de lujo, bastante caro, y una pensión de mala muerte con un precio de lujo. Adivinad cuál de los dos elegí. Que conste, elegí bien.)

No he perdido nada en mi vida al terminar la Travesía Superconjuntada. Todo lo contrario: me ha añadido cosas. Ha mejorado mi vida enormemente. Puedo decir que soy otra persona. Soy una persona que ha cruzado Portugal a pie. Sola, a mi manera, tomando mi tiempo y disfrutando de cada paso. Como tiene que ser. Como yo he querido que fuera.

- · -

Estoy preparando una colosal exposición-instalación, para octubre (y noviembre, y diciembre, y….) (…y otros meses, si conseguimos llevarla a Portugal). Se llamará PORTUGAL EN UN MILLÓN DE PASOS (son 1.187.920, pero he redondeado). Me haría ilusión que os acercarais a verla. Un día de estos os informaré de cómo va.

- · -

GRACIAS POR LEERME. ESPERO QUE LA CRÓNICA DE MI PEQUEÑA HAZAÑA OS HAYA DIVERTIDO, O MOTIVADO A HACER TRAVESÍAS PARALELAS, TOTALMENTE ÚNICAS. O SIMPLEMENTE SABER QUE ES POSIBLE.

QUE PARA CRUZAR UN PAÍS SOLO HAY QUE ESCUCHAR TUS PROPIAS IDEAS, MANÍAS, IDIOTECES Y PREFERENCIAS: FUNCIONAN. TE LLEVAN. SI TÚ QUIERES, LLEGARÁS.

Sigue tus propias flechas y llegarás.

Gracias, Portugal.

lunes, 2 de septiembre de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 18 (V) Día 4: Esposende - Viana do Castelo

He salido a primera hora y me he puesto a caminar con la esperanza de que mi camino me lleve por en medio de un cementerio. Un cementerio muy estratégicamente situado en el mapa. Parecería que solo tengo que entrar por la puerta de atrás y lo puedo incorporar a mi travesía y hacerme unas bonitas fotos con las tumbas antes de salir por la puerta de delante. Si un aeropuerto forma parte de mi caminata ¿por qué no un cementerio? Desde luego es la pieza que me falta…
Pero hay un pequeño problema. Cuando llego al cementerio…
¡no tiene puerta de atrás! Solo tiene una puerta, la de delante. Y en esas condiciones no hay manera de cruzarlo! Ya veo que no se entra y se sale de los cementerios así como así. Todo muy metafórico. Tengo que ir apartando la maleza y rodeando la tapia y forjando otro camino hasta desembocar en la Rua do Cemitério (bueno, la carretera principal). No lo he podido incorporar a Superconjuntada. ¡Qué pena!
Sigo caminando entre vivos, ya que los muertos no me dejan, y veo cosas interesantes, como por ejemplo este león de piedra con peligrosísima pinta, pero enjaulado. Y me parece que ya nos podemos ir olvidando del gallo de Barcelos: el nuevo símbolo de Portugal es el león de piedra. He visto cientos de ellos en mis andanzas por el país… he visto muchos más leones de piedra que gallos de Barcelos. Creo que ya es el momento de declararlo símbolo nacional y especie protegida, sobre todo los que llevan la camiseta del equipo de fútbol de su dueño o tienen los ojos pintados de azul.
Hablando de piedras ¿no es bonito este muro artesanal (y probablemente muy antiguo) hecho de piedras apiladas una sobre otra, sin vestigio de argamasas ni de cementos?

Un poco más adelante te das de bruces con la cruda realidad. Las hadas del bosque. Las hadas del bosque son la cruda realidad. Empieza el bosque, y hay varios kilómetros de bosque, y la carretera pasa por en medio del bosque. Y cuando ves a algunos estrafalarios personajes aparecer y desaparecer entre los árboles… primero te preguntas quiénes pueden ser y luego te das cuenta de quiénes son. Se están prostituyendo en ese bosque, y bien triste se ve la situación de esas pobres mujeres. Pero el negocio está allí, de hecho dos conductores me han confundido con una de ellas y han querido parar… pero esos no son peligrosos, ni te persiguen. En cuanto ven que no tienes ningún interés en ellos saben que se han equivocado y se pierden rápidamente carretera arriba, donde encontrarán lo que buscan, supongo. Triste realidad.
Pero de los bosques se entra y se sale, al contrario que los cementerios, y pronto salgo del bosque y llego a un barrio con un estupendo bar donde me tomo dos Sumoles y un merecido descanso, y en seguida puedo ver como Viana do Castelo aparece al otro lado del lodo, al otro lado del río, perdón.
Y se va acercando, y ya está más cerca, y perseverando por el puente veo el hotel donde me voy a quedar, lo veo muy claramente al otro lado del río, pero cuando me bajo del puente ya no lo veo y ya no lo encuentro, allí estaba en toda su gloria setentera pero ya no, hay que fastidiarse, y tardo un buen rato en volver a encontrarlo. Al final sí, y oh qué años setenta es, qué estilo, además no han hecho una sola reforma desde entonces y está como… desgastao… pasao… estiloso sí, porque todo vuelve y ahora una estética setentera es retro total y muy atrayente, pero uf, me meto en el ascensor y en el felpudo donde en 1973 ponía PARQUE en grandes y modernas letras ahora solo hay una P y una E... el resto lo han ido borrando los pies de los huéspedes durante los últimos 40 años. Empezando con los zapatos de plataforma, supongo. Pues al pisar esas letras (o no-letras) he llegado a un destino más, ya estoy en Viana...
Por la tarde me voy a dar un paseo, a conocer la ciudad (que por cierto es una ciudad muy fácil donde no te puedes perder, no te hace falta mapa, ni siquiera un mínimo sentido de dirección, es única, vaya, en eso me gustó) y a hacer unas fotitos por las calles… y me doy cuenta de que… definitivamente…
estamos en Galicia. Que esto es Galicia, sin ninguna duda. El acento, las casas, el ambiente… todo me dice que estamos ya en Galicia.

Y hablando de fotos, me quedo parada y paralizada ante el escaparate de “Foto-Bazar”. ¿Qué demonios es esto?
Pero qué mal rollo, por favor… y a la vez qué belleza y qué originalidad. Todo tamaño carnet, pero impactan los retratos del Foto-Bazar.
Decenas de niños y jóvenes con la cara medio volada y despegada. A algunos solo les quedan los ojos, a otros un poco de pelo, un poco de piel colgando o unos jirones de ropa, a otros casi nada reconocible. Los menos, enteros todavía pero desvanecidos, débiles y desvaídos, poco más que un vago recuerdo.
¿Son ellos los que han pisado el felpudo del hotel hasta dejar solo una P y una E?

Salgo de Viana y sigo por mis caminos, los últimos ya, hacía Caminha, el sitio donde ya no hay más Portugal…