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La Travesía

miércoles, 28 de agosto de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 18 (IV) Esposende

Después de tres días de trotes sostenidos, llega el momento del descanso.
He elegido un buen hotel y cuando los niñatos de la piscina infantil se callan y me dejan puedo dedicarme un día entero a relajarme, tomar el sol y disfrutar del aire agradable y las buganvillas rampantes en mi terraza. He hecho una foto desde allí. O quizás en esta foto estoy haciendo el pino en el fondo de la piscina, no me acuerdo, creo que hice la foto al revés y con el agua en medio. Pero os hacéis una idea de donde estoy.
La ciudad de Esposende vive por y para sus playas. Y por y para su pesca, su kitesurf, su arena, su mar y su naturaleza, con sol y sal de mar y deportes acuáticos y gente de vacaciones, todo eso sería la nota dominante.

Justo enfrente de Esposende está la península de Ofir, que es toda naturaleza (con la monotonía felizmente rota por algún mamotreto setentero aislado) y está poblada por decenas de kitesurfistas que salen todos a kitesurfear al mismo tiempo y traen un poco de alegría y aglomeración al cielo.
Me gustaría conocerlo en diciembre. Tiene que haber un placer perverso en visitar Esposende en diciembre.
Y un día de remoloneo con este telón de fondo es una cosa estupenda. Hace falta cuando estás cansada después de tres días de marcha (en el sentido más atlético de la palabra). Viene bien desayunar tranquilamente, ir a descubrir cosas a un paso más acompasado, observar, o no observar nada, estar allí simplemente con un día de regalo, un día para estirar las piernas y no hacer mucho, si acaso leer un periódico o poner en orden los apuntes.
 He conocido a este personaje…. Joël Buton, un francés que lleva 11 años recorriendo Europa a pie para concienciar a la gente sobre las minas antipersona. Me hacen ilusión estas cosas porque me gusta saber que hay otras personas cruzando países a pie… y este se lleva la palma. A pie por toda Europa, ¿tirando de ese carro? le pregunto. ¡No! dice. ¡Empujando! Hablaba un poquito de portugués y yo en Portugal mi francés como que no sale, así que no tuvimos una conversación larga, pero te puedes hacer una buena idea de su travesía de todas formas porque todo viene explicado en sus carteles y algún recorte de prensa que te enseña. Desde luego le dije que también estaba recorriendo Portugal a pie pero no me entendió y no me extraña, no tengo pinta, no me creería, al no esperar que le salgan con ese tipo de cosa… Pues nada, según cuentan en la prensa este hombre duerme al raso, a veces incluso sobre una cama de pinchos de fakir que lleva con él... hmmm… yo tengo otra forma de encararme al día a día cruzando un país…. pero me encanta (siempre me ha encantado y siempre me encantará) como cada persona que se dedica a estas cosas lo hace de su manera. Y los que lo hacen por una buena causa son infinitamente más útiles que yo. Podrías leer más sobre Joël Buton aquí.

Seguí dando una vuelta por Esposende, con pequeñas conversaciones y pequeñas observaciones, y todo me lleva a pensar que tiene una relación muy especial con la playa y el agua. Es una ciudad muy playera. Una ciudad en bikini.
Y ¿qué os parece esta gran afluencia de público bailando a las órdenes de los chicos fitness y sus decibelios? Divertido como mínimo ¿no? aunque yo no me animé a dar saltos con ellos, jeje….Qué linda es la niña a la izquierda de la foto ¿verdad? Bueno, como veis, entre una cosa y otra Esposende tiene su punto surrealista…
Y me hace gracia que ante el gesto de los chicos pop, que se supone que el público hay que copiar, exactamente la mitad de la gente levante el brazo derecho y exactamente la otra mitad el brazo izquierdo… qué bueno…

Total, un día más tranquilo pero otro día más, que dicho de otra forma es otro día menos. Noche: a la cama prontito, para mañana seguir cruzando Portugal y a ver con qué cosas me encuentro…

domingo, 25 de agosto de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 18 (III) Día 3: Póvoa de Varzim - Esposende

Día 3. Es temprano por la mañana, muy temprano. Se acabó eso de llegar a los sitios a las diez pasadas en el autobús, ¡ya puedo ir a mi aire! Acaba de salir el sol y yo camino por la costa, hacia el norte. En la arena hay casetas de playa vacías, esqueletos de casetas de playa, casetas desnudas y casetas vestidas, casetas, casetas, casetas… y el primer pueblo tiene uno de los nombres más bonitos con los que me he encontrado en mis caminos: A Ver-o-Mar. Y ¿qué es lo que hacen los habitantes de A Ver-o-Mar? Pues claro, se ponen en el murito a ver el mar.
Aver-o-Mar tiene mar, y tiene casetas de playa, pero lo que tiene Aver-o-Mar en grandísimas cantidades, porque tiene realmente muchísimas, muchísimas, son…
cebollas.

Sí, A Ver-o-Mar está lleno de cebollas. Tengo que decir que yo nunca había visto las cebollas en su hábitat natural, o sea, creciendo en el suelo, ni me había pasado nunca por la cabeza cómo podían crecer las cebollas. Pues ya he visto cómo lo hacen. Es como si alguien llegara al lugar con una bolsa llena de cebollas y tropezara, y la bolsa se le cayera y las cebollas fueran rodando por todo el suelo, es así como crecen las cebollas.
Y luego les ponen orden. ¡Me resultan muy simpáticas las cebollas!

Menos simpático me ha resultado esto:
¡Me cago en diez, estoy en el Camino de Santiago!
Qué contratiempo…. es que todo el día de ayer ya venía viendo una serie de flechas amarillas que no sabía qué eran, pero eran tantas que tenían que ser algo, y daban mucho coraje porque parece que te leen los pensamientos y te mandan por donde ya pensabas ir, y te encuentras cogiendo por otro lado para no seguirlas, y definitivamente en este caso yo no seguía las flechas sino que las flechas me seguían a mí y es una sensación muy mosqueante. Pero nada, mejor olvidarnos de ellas. Pronto consigo zafarme de las fastidiosas flechas y estoy en campo abierto,
 echando un bailecito en la frontera Porto-Braga.
Y luego este encuentro. Estas maravillosas casas, todas de una época, se ven por todo Portugal, muchas de ellas en lugares costeros, muchas de ellas en ruinas (junto con las ilusiones de sus habitantes, yo siempre pienso), y este hermoso ejemplar a pie de playa en Apúlia Praia es de las más impresionantes que he visto. Le rodeé con mis pasos, mis brazos y mi cámara y miré por todas las ventanas, adoro estas casas. Pregunté a la chica del bar de enfrente si me podía decir algo de la casa, cómo se llamaba (porque siempre tienen nombre) y me dijo que se llama Pérola (Perla), que todos la conocen como Pérola. Y que, aunque no lo parece.... está habitada todavía...
Y en la fachada está este bonito azulejo con un rollizo bebé decimonónico con su cesta de flores y sus pajaritos y sus zapatitos. ¿Quién era el bebé de Pérola? ¿Qué fue del bebé de Pérola? ¿Murió de viejo? ¿Abandonó la casa?
Pues nada, la parada del Sumol, en el sitio con las mejores vistas de la misteriosa Perla…
Apúlia Praia, aparte de ser un hervidero agostero con altavoces en todos los lugares públicos vomitando música hortera a un volumen antisocial y añadiendo más caos al caos que ya hay, es también un lugar donde los afortunados pueden vivir a pie de playa en un antiguo molino… sí, están todos habitados… y al parecer se vive muy bien en ellos…

Y de Apulia Praia es solo un saltito de 6 km por campo, pueblo y río hasta Esposende, mi destino del día y donde pienso remolonear 24 horas antes de seguir añadiendo pasos a la Travesía Superconjuntada…

jueves, 22 de agosto de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 18 (II) Día 2: Praia de Angeiras – Póvoa de Varzim

Y ¿qué hay después del fin del mundo? Pues esto es lo que hay: un montón de playas. Definitivamente, merece la pena pasar al otro lado.

El día 1 de la travesía (o sea, ayer) después de llegar al fin del mundo y un poco más allá, volví en autobús a Oporto, ya que no había hoteles en destino. La mañana siguiente, cogí el mismo autobús para volver a donde lo había dejado. Ya sabía que el bus era un poco tortuga… pero entre todos los tiempos y retiempos y contratiempos que me pasaron, que eran muchos… me di cuenta que había tardado casi lo mismo en llegar hasta allí en autobús que lo que había tardado andando el día anterior… o sea, que me vi pasando en autobús a las 10 de la mañana por donde había llegado a pie a las 11…. ¿no es alucinante? Ya veis, la única forma fiable de llegar a los sitios es andando!! Ya sabía yo que tenía razón!!

Pues nada, mejor tarde que nunca, empieza el día 52 de la travesía Superconjuntada, o sea del día 2 de la etapa 18, y todo muy bonito y sin novedad: 
                                                               Mindelo
playas y pueblos, pueblos y playas, y lo mismo los pueblos que las playas tienen bares en los que puedes entrar y embuchar un pastel de nata y engullir un Sumol, así que los dos me parecen la más alta expresión de la civilización humana y estoy encantada de pasar por ellos. Y esta vez todos los caminos tenían su poquito de sombra, y yo cabía en todas las aceras, así que la travesía ha vuelto a ser tan agradable como siempre. La etapa de junio fue una dura prueba… que superé, pero costó un poco. Esta está siendo mucho más fácil…


Después de un rato de marcha (ponle toda la mañana), llegué a Vila do Conde, una entrañable ciudad costera que me gustó, aunque me la había imaginado algo más espectacular. 
Entre Vila do Conde y Póvoa de Varzim (mi destino del día) hay una larguísima calle, estrecha, con casas pequeñas, abandonadas algunas, marchitadas, moribundas, polvorientas y un poco tristes, justo el tipo de calle que me gusta a mí.
O así recuerdo yo esa calle, al menos, pero creo que mis recuerdos son un poco selectivos porque al volver a recorrerlo en el Street View me la encuentro también llena de bloques de 6 pisos, coches aparcados, garajes, el Banco Espírito Santo, el Minipreço, etc. Pero si yo solo recuerdo las casitas, mejor para mí ¿no?, a veces parece que vas borrando lo malo y lo feo de la mente, y así todo queda mejor.

Y me di cuenta de un hábito curioso que tienen los vilacondenses, que se practica por toda la calle de las casitas marchitadas hasta Póvoa de Varzim, donde ha contagiado también a los poveiros varzimeiros, que consiste en empapelar las ventanas de las casas abandonadas con muertos, o sea con las esquelas de los últimos fallecidos del barrio. Hay casas ruinosas que tienen un solo fallecido, otras tienen dos o tres, otras muchísimos…
… y allí están, mirándote desde las ventanas de las casas mientras das tus paseos…
Y nada, ya llegas al centro, al centro de Póvoa de Varzim, que tiene casas vivas y no solo muertas, casas típicas y también grandes mamotretos verticales, y un buen restaurante (Firmino), y todo al pie de una enorme playa con la arena gruesa como canicas pero donde se está muy bien y muy a gusto. Póvoa de Varzim ya lo conocía y sé que es una ciudad simpática.

Otro destino alcanzado, otro día tachado de la travesía…

Me quedan tres ahora…

lunes, 19 de agosto de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 18 (I) Días 0 y 1: Porto – Lavra




Hola... hola… aquí estoy de nuevo, para seguir con mis crónicas portugaleras...

Lo habíamos dejado en Vila Nova de Gaia, ¿verdad?, hace tres semanas. Pues el siguiente paso después de V.N. de Gaia es cruzar a Oporto por el fabuloso Puente Dom Luis, suspendido en el aire, ¿andas o vuelas? Yo el recuerdo más vivo que tenía del Ponte Luiz I es haberlo cruzado hace muchos años, estamos hablando de… 1995… un día de tremendo viento y lluvia, no había ni un alma por la calle ni mucho menos arriesgándose a cruzar un puente suspendido a 40 metros de altura, que ese día en concreto se movía arriba y abajo como sacudido por fuerzas demoníacas, que no es lo mejor para personas con vértigo como yo. O sea que la última vez pasé realmente miedo allí arriba, así que no sabía qué esperarme.

Y mira tú por donde, pues resulta que por lo menos el día 6 de agosto cruzar el puente era un verdadero juego de niños. No se movía nada y además estaba lleno de turistas… no había caído yo en eso, que no sería la única persona cruzándolo, como la otra vez. Y ha sido muy divertido. Y con vistas espectaculares, claro.
Próximo paso: Avenida de Boavista. La Av. Boavista es una larguísima arteria (las otras calles son venas) que te lleva hasta el mar (bueno, te lleva al mar si se te olvida girar donde tienes que hacerlo, que no fue mi caso esta vez). Y es la avenida de los contrastes, unos sobre otros: lo impactante con lo soso, lo pequeño con lo grande, solera con nueva planta, cristal con madera y metal y yeso y asfalto, algún árbol, y en general es una avenida muy recta, muy previsible, muy ancha y muy interesante (por ese orden o por otro).
Y luego giras y andas hacia el norte y todo es muy entrañable, y si sigues en la misma dirección llegas a Matosinhos.

Y Matosinhos… me sorprendió gratamente. ¡Me encantó! Es uno de esos sitios humildes y amables, creaciones obreras con solera, y me recordó un poco al barrio de Alcântara en Lisboa, pero un poco más… no sé, descosido, con flecos, un poco abierto por los bordes.
Y los señores de Matosinhos… qué simpáticos son. Uno que si quería que me hiciera la foto, otro que si estaba perdida, y otros más, todos queriendo sonreír y ayudar, Matosinhos está lleno de señores simpáticos, definitivamente es la ciudad del buen rollo.
Y el mercado me impresionó, con sus…
… conejos enjaulados, y gallinas, claro... o sea, animales vivos... daban un poco de pena, la verdad... me sorprendió un poco ver eso a la venta, diría que es algo antiguo... ¿qué me decís?
Y si llegas a Matosinhos también has llegado al Porto de Leixões, el puerto más grande de Portugal, porque el puerto de Leixões está todo en medio de Matosinhos, o sea que empieza en Matosinhos, y por supuesto merece la pena hacer un desvío para conocer los dos sitios mejor. Y después de Matosinhos y Leixões está Leça da Palmeira, que tiene
un parque de atracciones petrolífero,
con su correspondiente peste, claro, y si sigues por esa carretera llegas, todo de repente y sin saber muy bien cómo, al Fin del Mundo.
Y el Fin del Mundo resulta ser esto:
Sublime y terminante paisaje, ¿verdad?, por lo menos es original (y tiene un bar)… pero luego te das cuenta de que ¡¡no es el fin del mundo!! ¡¡El mundo sigue!! De hecho hay casi 100 kilómetros más de Portugal que hay que recorrer todavía antes de llegar a Caminha...

¡¡Menos mal!!, porque me lo estoy pasando muy bien y no me gustaría que acabara aquí, no no…