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La Travesía

lunes, 26 de enero de 2015

Hablando de cosas que como dice Cris nada más que me pasan a mí, me pasó esto una vez, cerca de Silves en el Algarve, cuando cruzaba Portugal a pie, aunque nunca lo conté aquí.
Caminaba por una carretera a la sombra de la antigua capital mora Silves. Pasaba al lado de unas casas con jardines, en alto, valladas, y empecé a oír algo que parecía venir de uno de los jardines: voces. Mucha gente, y todos hablando a la vez. Era una fiesta, una barbacoa quizás. Quería mirar por algún agujero en la valla, quería ver esa fiesta... Intentaba localizar el jardín, el sitio exacto, y no podía. Pero oía tan claramente las voces que tenía que saber quiénes eran esas personas y de qué hablaban en su fiesta.
Sin embargo cuando me quedé parada para intentar descifrar lo que decían, no podía. Por mucho que ponía el oído no conseguía entender una sola palabra. Pero ni una sola. Una sensación muy frustrante.
Y a esto me di cuenta de que las voces venían de bajo tierra. Y que no eran voces. Eran agua, agua subterránea que fluía al lado de la carretera y justo en ese punto había un respiradero, una pequeña abertura de donde salía el sonido a la superficie.
En 1189, durante el cerco y sitio de la ciudad de Silves en pos de la Reconquista cristiana, murieron miles de personas.
Y de alguna manera pienso que esas voces eran las de ellas.
Cuando estuve en el Algarve con Edu el año pasado intenté buscar el sitio para enseñárselo. Y ni rastro. Las casas, los jardines vallados y el pozo de agua subterránea, todo había desaparecido de la faz de la tierra y quedé en ridículo. Maldita cuarta dimensión, cuando paso a ella nunca consigo llevarme a nadie conmigo. Pero sigo pensando que es una dimensión muy bonita, y que algún día la entenderé.



Otra cosa que me gusta de Gibraltar es que el Ministro de Turismo se llama Mr. Holliday.
Sigo molía, pero Gibraltar me encantó. Fui al notario, pero también hice mucho más. Los lunes en enero (será por eso) no hay teleférico, así que hice la locura de subir andando.
 Antes de abandonar a la mitad porque era la hora de comer descubrí unas escaleras que fueron a parar a la maleza y el abandono después de pasar por un barrio de pequeñas casas muy humildes (by Gibraltarian standards), la última con un columpio abandonado en lo que yo llamo un parque de atracciones para niños muertos, curioso, poético, fin del camino.



Después no he sido capaz de encontrar esa calle en el Googlemaps por mucho que la busque, así que no sé a qué dimensión pasé. 



Estoy molía....
No se me ocurre otra cosa mejor que subir al Peñón de Gibraltar andando.
Y así me va...

martes, 6 de enero de 2015

He salido a pasear, y he encontrado esto:

Dice:
Con la máquina de coser y el paraguas, supongo.
Enfin, c'est très Dada!

Por cierto, René Magritte también sigue vivo y está en Ayamonte: