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La Travesía

jueves, 20 de octubre de 2016

LA ALGABA-GUILLENA. DÍA 2 DE SEVILLA-LISBOA 365 KM

Segundo día. Me bajo del autobús en la Venta Azahar y me lanzo por la A-8006.
Un río amigo: el Guadalquivir.
Avanzo a un alegre trote por la carretera y luego por un camino rural. Ni pizca de sombra en estas latitudes, pero se supone que esto es el otoño ¿verdad?
Hago la parada del Sumol en Torre de la Reina,
que es un pueblo estupendo, me encanta. La dueña del bar me enseña una pequeña naranja medio espachurrada y me dice que no hay zumo hasta la semana que viene, así que va a ser la parada del 7 Up, qué le vamos a hacer.

No soy la única tomándome algo en la tranquila y luminosa Plaza Mayor.
Sigo por la ruta del algodón hasta que veo mi destino en el horizonte:
Allí está Guillena. Con solo un agradable camino rural entre ella y yo. Bueno, y una fábrica de áridos y hormigones. Ah, y un río, claro.
Y un montón de cabras, con su joven cabrero. Y un pelotón de ciclistas, porque eso siempre lo hay. Bueno, no me va a desconcentrar el asedio de los velocistas (aunque me gusta el sonido de las ruedas) ni el tufo de las cabras, porque ahora tengo que centrarme en cruzar el río. Voy buscando esa franjita de tierra seca y acondicionada, civilizada, que he visto por satélite en el Google Maps, y que si quieres ir andando de Sevilla a Lisboa es por donde te manda.
Y de repente veo entre las cabras algo que detesto pero que ahora mismo me viene muy bien: unas instrucciones para los peregrinos del Camino de Santiago, diciéndoles donde tienen que cruzar el río. ¡Genial!
El primer vado y el segundo vado. O sea que hay dos vados, dos. ¡Si puedo elegir y todo! El primero es aquí y el segundo un poco más adelante. Pues vamos a cruzar por el primero, por ejemplo...
Pero ¿qué tomadura de pelo es esto? Este es el primer vado. Yo no veo la forma de cruzar aquí sin caerme al agua. Ni que fuera una cabra. Ni hablar.
 Me río del primer vado. ¡Vamos a por el segundo!
Sigo entre cabras y justo cuando me voy a desesperar porque el segundo vado no aparece nunca y me parece que tendré que llegarme al puente del autovía a medio kilómetro de distancia (hmmm, como Plan C no está mal...) veo esto. ¡Más claro que el agua!
Uuh... nunca mejor dicho. O sea que ¿esto es el segundo vado? Es todavía peor que el primero. Tanteando con el pie veo que todo lo que tiene hierba y podría ser tierra firme son bancos de lodo y mares de fango (vaya idea estúpida meter el pie para comprobarlo). ¿Ahora qué hago? ¿Sigo y me subo al puente del autovía, con los 30º de calor que hace ya a estas horas y sintiéndome una fracasada, engañada por el Google Maps? ¿Vuelvo para atrás e intento cruzar por el primer vado? (Quizás el pastorcillo me lleve en brazos, bueno, mejor que no).
Y me quito las sandalias y cruzo por el fango y las piedras y con el agua hasta las rodillas. Fresquita, eso sí.
Y ya en el otro lado me parece mentira que haya cruzado por aquí...
Misión cumplida, pero ¿ahora dónde rayos estoy? Parece ser algún tipo de barrio marginal en las afueras del pueblo, al final he andado tanto con las cabras buscando los vados que he pasado toda Guillena y la he dejado atrás...
Estoy completamente perdida, fuera del mapa. Intento desperderme. Lo único que sé es que estoy en Guillena, eso lo tengo claro.
Y por fin llego a la Plaza de España, ¡uf! Un bar, ¿dónde hay un bar? Ah, hay cientos de bares, qué bien!
En el bar hay tapas de carne y tapas de pecado (sic), pues una de pecado me tomaré, mismamente. He dado un breve paseo por las calles del centro y veo que Guillena es un pueblo con mucha vida, un pueblo para divertirse. Blanco, amarillo y para divertirse. Hay una banda sonora de conversaciones y copas. Una evidente diversión. Guillena. Bullanguera. Guillenguera, que no es exactamente lo mismo. Me gusta. Lo he conseguido ;) 

jueves, 13 de octubre de 2016

SEVILLA-LA ALGABA. DÍA 1 DE SEVILLA-LISBOA 365 KM

Aquí empieza mi nueva travesía...



EL PRIMER PASO: 8.30 de la mañana, domingo 9 de octubre. Qué extraña sensación empezar una travesía saliendo de mi propia casa.


Echo a andar por Ciudad Jardín, la Avda. Marqués de Pickman (porque esto va a ser de Marqués de Pickman a Marquês de Pombal) y hacia la Macarena, camino a un desayuno con mi amiga Catt...


Y me enfrento a esto, mi primera cuesta. Voy a cruzar la Sierra de Huelva, pero mi teoría es que no hay apenas cuestas porque las carreteras siempre procuran rodear las montañas y solo suben y bajan si es absolutamente necesario. Si miro el relieve en el mapa lo confirma, pero vamos a ver si es verdad...


Y desayuno con Catt y le enseño un poco por dónde pienso ir...


... y ella (y su perra) me acompañan incluso, un trecho del camino. Es la primera vez que hago una travesía superconjuntada con alguien, siempre he ido sola, pero me doy cuenta de que es muy, muy divertido!

Pero a la altura de Pio XII algo se interpone en nuestro camino. Empezamos a ver cientos de corredores (¿miles? ¿cientos de miles?) y no teníamos ni idea pero resulta que hoy es la Carrera Popular Parque de Miraflores, hay kilometrajes para todos los gustos, 10 km, 5, 3 ó 2 para niños, 200 metros para bebés, yo hago 11 (y andando, no corriendo, aunque sé correr en caso de necesidad, que conste). 11 km realmente no es mucho, pero es una buena distancia fácil para empezar esto.


Y ¿cómo no me voy a hacer una foto con ellos? Además las posibilidades se multiplican cuando caminas con alguien que pueda colaborar con estas cosas, a ver si me voy a aficionar a la compañía.... ¡¡GRACIAS CATT!! Huelga decir que es casi imposible cruzar la calle con esta marea humana fluyendo por ella. He ayudado a una señora mayor a cruzar y me mira toda cansada de esperar sin saber quiénes eran estas miles de tíos aparecidas de repente y me pregunta “¿Por qué están protestando?” Nos hemos reído un rato...


Cruzamos San Jerónimo (São Jerónimo, he estado a punto de escribir...), barrio bonito y simpático donde los haya...


y después de pasar al lado del cementerio ya llegamos a los confines del mundo conocido, a la frontera de mi zona de confort (o no, quizás estoy entrando en ella), y salgo de Sevilla. Catt no, Catt se queda dentro del perímetro municipal a pasear la perra por el Alamillo (creo que al final anduvo más que yo, jeje). Y yo,


yo ya estoy en campo abierto.

Qué alegría. Qué buena sensación. La libertad, el descansar la vista en la Vega del Guadalquivir, hermoso paisaje llano e interminable en un día precioso del fin del verano.

SOY FELIZ.


Luego vienen los huertos, cortijos...

... y a pesar de llevar casi 30 años viviendo en Andalucía me doy cuenta de lo poco que sé de ella y de lo mucho que quiero saber. De lo poco que me he identificado con ella y de lo mucho que me quiero identificar. De lo mucho que quiero aprender. De lo maravillosa, histórica e imprescindible que es esta bellísima región. Y lo aprenderé de la mejor manera: pateándola. No hay nada comparable.


Por ejemplo, algunas veces había visto bolas desmaquillantes al lado de la carretera, y siempre pensaba que eran basura que la gente tiraba de los coches. ¡Pues no! Resulta que son algodón, puro algodón de la planta del algodón, y resulta que el 99,7% del algodón que se cultiva en España crece en Andalucía. ¡Y yo no tenía ni flores! He recogido algunos y son suaves, suavísimos, quiero desmaquillarme con ellos (solo que no me maquillo). Y dentro tienen una semilla. He aprendido más sobre el algodón en Andalucía aquí y aquí.


Al final se llega al puente que lleva al pueblo,


(y la Torre Pelli se ve desde La Algaba, ya os iré contando hasta dónde se ve la Torre Pelli),


y el pueblo en sí es un mar de simpatía. Me doy una vuelta a ver qué hay,


hay la Torre de los Guzmanes, por ejemplo, torre defensiva y residencia nobiliaria desde el siglo XV, luego nada, luego granero, luego refugio para la gente cuando crecía el río, luego cárcel municipal y ahora la gente se casa en ella. Me habría animado a subir, pero estaba cerrada.


Se nota que has salido de Sevilla y estás en un pueblo por detalles como las cortinas en las puertas, en cualquier tipo de casa (aunque curiosamente también las hay en mi barrio),


imponentes Cristos y Vírgenes en lo “arto” de las casas,


y bueno, he llegado justo a la hora de la cerveza así que voy a sentarme un rato en esta estupenda y sombreada terraza en la Plaza de España,


y al poner algunos mensajes diciendo donde estaba y comunicando toda mi euforia resulta que Carmen y Manolo pasaban por aquí y nos hemos tomado un par de cervezas y tapas juntos. Ha sido el colofón, “a cereja no topo do bolo”. Muy buen día. Estupendo comienzo a Sevilla-Lisboa 365 km.

Próximamente, más....

miércoles, 12 de octubre de 2016

SEVILLA-LISBOA 365 KM

ME HE PROPUESTO IR ANDANDO DE SEVILLA A LISBOA.

Después de la “Travesía Superconjuntada” (“Portugal en un Millón de Pasos”) – que consistió en cruzar Portugal a pie en solitaria y que conseguí hacer entre 2010 y 2013, una de las mejores experiencias de mi vida – necesito un nuevo reto para ocuparme durante unos meses. Me había propuesto (y me he propuesto) bajar por otro lado de Portugal, saliendo de Caminha donde acabé hace 3 años, y si todo va bien lo haré, pero este verano al final me fue imposible empezarlo y he tenido que posponerlo hasta semana santa. Mientras tanto se me ha ocurrido esta otra locura, una travesía más casera, low-cost y además muy “mía” (Sevilla y Lisboa son mis ciudades y yo soy Pau Tres Seis Cinco y son 365 kilómetros).


Llevo un mes dándole vueltas, a ver cómo lo hago, porque no siempre es una travesía fácil. Apasionante, sí. En principio serían 20 días y 13 etapas, ya que me voy alejando de Sevilla muy poco a poco y hasta la frontera con Portugal van a ser excursiones domingueras (o sabaderas) y dormiré en mi cama. Luego serán fines de semana y etapas cortas para ir avanzando, espero, por tierras portuguesas. A ver si no me llueve, o no siempre (no salgo con lluvia). Contaré con un poco de ayuda de mis amigos esta vez, que creo que va a ser muy divertido.

La ruta que me he trazado es la siguiente:


O sea, Sevilla – La Algaba – Guillena – El Garrobo – El Castillo de las Guardas – Higuera de la Sierra – Aracena – Galaroza – Las Cefiñas – Barrancos – Amaraleja – Mourão – Reguengos de Monsaraz – São Manços – Évora – Montemor-o-Novo – Vendas Novas – Santo Isidro – Montijo – Lisboa.

Iré relatando mis aventuras aquí, como hice con la Travesía Superconjuntada. Me encantaría que volvieran mis antiguos lectores, a los que tengo mucho cariño, y me encantaría tener algunos nuevos también.

¡Un beso a todos!

sábado, 8 de octubre de 2016

HE TENIDO SUPERPODERES, Y LOS HE PERDIDO

Lo que os voy a contar es una experiencia que me pasó, que duró bastante tiempo y que me ha cambiado la vida. Es una experiencia preciosa y fuera de lo común pero también se traduce en un tocho de varias páginas, así que no lo leáis al menos que tengáis algún interés en el tema!! Lo dejo aquí, más que nada, para que lo encuentren personas que les haya pasado algo parecido y busquen explicaciones (que no tengo, por cierto), o con quién identificarse: relatos afines, saciar su curiosidad por el tema...

Ha sido muy difícil escribir esto. Pido perdón por las repeticiones, los conceptos que a lo mejor no se entienden. He peinado el texto y he quitado cualquier cosa que no sea 100% verdad, que sea una interpretación o una exageración.

Me gustaría contactar con otras personas que hayan tenido una experiencia parecida, aunque primero he querido dejar constancia de todo lo que me pasó, sin ninguna influencia de lo que me cuenten otras personas, sin que eso distorsionara mis recuerdos. También es por eso que no me he puesto a buscar casos similares en Internet, ahora ya lo haré. Supongo que no soy la única, supongo que somos muchos. ¡Ojalá sea así!

Sabía que esta condición existía (tener una sensibilidad olfativa muy incrementada, hiperosmia), y sabía que es una condición (¿hormonal?) que puede aparecer con la menopausia (que ha sido mi caso) aunque no es muy frecuente (es algo más frecuente en el embarazo, creo). Y que normalmente se ve como algo malo, no bueno, como es mi caso. Es lo único que sé del tema, no sé mucho. Al principio me parecía que podía tener una similitud con los efectos del LSD, incluso con la sinestesia, pero he descartado los dos parecidos: aparentemente se parece pero no tiene nada que ver, es diferente. Curiosamente creo recordar que mi madre decía algunas veces que ella “tenía el olfato muy fino”; mi abuelo, su padre, en cambio, no tenía sentido del olfato ninguno (anosmia), y que sepa yo nació así. Si tiene algo que ver con la sensibilidad en general, mi madre tuvo y yo también tengo hiperacusia (sensibilidad exagerada a los ruidos) y como no, todos somos artistas, jaja...

Bueno, allá vamos:

I.
Sentada una noche con mi amiga Pastora en la terraza del bar El Embarcadero, al lado del Guadalquivir, de repente empecé a oler todo lo que había en el agua. El agua en sí, el movimiento del agua. Los peces, el cuerpecito de cada pez y cómo se movía. Luego los árboles, las casas, lo que había al otro lado del río. Olí como alguien abría una puerta al otro lado del río, y dentro asaban carne. Y le dije a Pastora, es increíble, esto, ¿verdad? pero ella no olía nada. Sería que el viento traía el olor de las cosas hacia mí. Nunca me había pasado una cosa así. Fue genial. No le di más importancia.
(19 de julio 2013, en la terraza del bar El Embarcadero en la calle Betis.)
Una foto hecha esa noche.

(Aquí vuelvo al principio un momento para aclarar que la primera primerísima experiencia “rara” de este tipo no fue ese día, fue unos meses (¿semanas?) antes, cuando iba a todas partes con un mal olor en la nariz y no me explicaba por qué. Después me di cuenta de que estaba oliendo mi propia nariz).
hiperosmia visual tridimensional
II.
(Tres semanas más tarde, en una etapa de la “Travesía Superconjuntada”, cruzando Portugal a pie).
Me bajé del autobús en Huelva. En la estación de autobuses hay un gran patio central. Me coloqué debajo de un naranjo. En el árbol había dos naranjas, a más de un metro de mi cabeza. Y cada naranja tenía su propia personalidad, cada naranja olía completamente distinto. Las dos me explicaban como eran. Y me producían euforia, porque eran tan complejas. Tan complejas y tan redondas al mismo tiempo. Y el árbol en sí... olía tan bien que la abracé. La corteza. Era un mundo. Detrás de mí había un quiosco de prensa. Con superficies grandes, blancas y grises. Con un olor maravillosamente complejo, a superficies grandes y planas, a metal, a papel, a presencia de quiosco, que no tenía nada que ver con nada más en el mundo. Todo eran olores perfectamente tridimensionales.

(6 de agosto 2013, estación de autobuses de Huelva).
Pasó aquí.

III.
Ese mismo día, pero tarde-noche. Ya estaba en Portugal, caminando entre Vila Nova de Gaia y Oporto. Y de repente me paré en un pequeño parque (porque el parque me asaltó y me paró), o Jardim do Carregal, un pequeño jardín en el medio urbano, y pensé pero qué bien huele este jardín, pero qué bien huele, qué bien huele.... y allí me quedé, un cuarto de hora, inmóvil, alucinando. Había muchas flores a mis pies, y cada flor olía de una forma completamente distinta (y sin ninguna necesidad de acercar la nariz a ellas, por supuesto). Necesitaba tiempo para disfrutar de cada una, saber quién era cada flor y todo lo que me tenía que decir. Eran perfumes redondos y perfectamente complejos, como nada que yo hubiera olido antes. De hecho los veía. Así, redondos. Veía (con la vista, aunque no con los ojos) el perfume de cada flor: encima de cada una había una bola redonda y transparente, del mismo color que la flor, más grande o más pequeña según la intensidad de la aroma, y luego las bolas se dispersaban en otras bolitas pequeñas alrededor de la bola grande. Es así como viajan los olores, como se mueven. Y por algún motivo esto toca un lugar en el cerebro que produce una enorme felicidad.
hiperosmia
(Es aquí donde pasó.)

Seguí caminando y me metí por la Rua de Vilar; ya iba fijándome en todas las cosas. Una calle estrecha. Olía lo que había dentro de cada casa, incluso a través de ventanas o persianas cerradas. Olía la disposición de los salones, el tipo de muebles y donde estaban colocados. Sofás, sillones, aparadores. La forma, el tamaño. En este caso no era agradable exactamente, porque no olían nada bien. Había mucho polvo y los muebles eran marrones en su mayoría. Olía donde estaban las puertas que llevaban a las otras habitaciones, y qué tipo de habitaciones eran. Olía sobre todo la posición de las cosas.
(6 de agosto de 2013, Oporto).

Después, en Sevilla de nuevo, me empezaron a pasar estas cosas con regularidad.

Me quedaba parada en las rejas de los parques, cerrando los ojos, abarcando cada elemento, aprendiendo. Pasaba por los jardines de la Buhaira y veía como se dibujaban las formas de las plantas en el aire. Sí, es ver, no solo oler sino ver. Sobre todo formas, masas, bultos, líneas rectas, trazadas con regla casi, que me indicaban donde estaban plantadas las cosas. Pasando por cualquier parque, jardín o jardinera urbana me quedaba a veces parada mucho tiempo, a cotillear de alguna manera, porque olía la personalidad de cada árbol o planta y olía la relación entre ellos, si se llevan bien, y si no se llevan bien olía el porqué, porque suele ser culpa de uno de ellos. Algunos aportan más al grupo y son más sociables, hay líderes, otros son cobardes y poco colaboradores.
El peor: el azahar. El azahar no juega limpio. Grita, no escucha a nadie, no deja vivir a los demás. No tiene sutilezas ni dimensiones.
Luego hay las frutas. No hay dos frutas que huelan igual. Cada fruta tiene su personalidad dentro del grupo. Además unas son, por ejemplo, padres (padres, no madres) y otras son hijos, hay una relación protectora/protegida entre las frutas. Algunas son líderes natas, son cohesivas y fuertes, algunas trabajan más que otras.
Un día me eché una colonia verde y horas después en mi casa vi una bola grande y verde, translúcida, una enorme y simpática molécula, flotando a la altura de mi muñeca.

Las personas son más difíciles porque muchas de ellas no huelen bien y me producía sufrimiento al pasar cerca de ellas (los hombres más que las mujeres y sobre todo por la ropa, por sus camisas sin lavar.) Aunque rápidamente aprendí lo que tenía que hacer para no sufrir: aguantaba siempre la respiración cuando pasaba cerca de otras personas. De hecho lo sigo haciendo hoy en día, por el hábito.
Un día en la Avenida de la Constitución pasé cerca de un chico y olí su casa, su sofá, la tela roja y blanca y polvorienta, vivía con su madre.
Otro día olí una mujer aparentemente sana pero que creo que tenía una enfermedad. Salía un olor por la manga de su chaqueta, un olor oscuro y vegetal, estaba como podrida por dentro, dentro del cuerpo. Por fuera no tenía nada.

Me di cuenta de que yo actuaba como los perros. Fascinada y feliz con cada tontería, quedándome mucho tiempo oliendo algo. Hay tanta información, y todo es interesantísimo. No me preguntes porqué es tan interesante, pero lo es. Por la profundidad, quizás. Cuando tú ves un perro que se queda oliendo las cosas se está informando, es como si estuviera leyendo el periódico. Ahora les tengo casi envidia a los perros, es maravilloso lo que pueden hacer: ver su mundo y construirlo a través del olfato, sin esfuerzo.

Y al mismo tiempo, cuando me pasaba esto, Dios mío, qué bien sabía la comida. He probado las mejores comidas de mi vida, he bebido el mejor café de mi vida y he sido la mejor cocinera de mi vida gracias a esto. Los otros sentidos van relacionados. Y en el plano sensual, si estás con alguien, no os podéis ni imaginar. Sientes más. E imagínate lo bien que puede oler una persona, en el plano sensual.

Y lo bien que puedes oler tú. Las cremas, los jabones, la piel, la presencia. Las piernas, por ejemplo, qué bien huelen. Eso sí, en las épocas en que me pasaba esto me tenía que duchar 3 veces al día y también lavar la ropa continuamente, porque es lo que tiene esto. Si no, no me aguantaba.
hiperosmia sensibilidad
Después, he empezado (que no acabado) a aprender los colores. O sea, cómo huele cada color. Es aprenderlos de cero, como hacen los bebés. No he llegado a interiorizarlos todos, me faltan algunos, pero el verde, el negro, el blanco y el gris (el blanco y el gris son la misma cosa), el amarillo, el naranja, el rojo y el lila sí. Cada color huele de una forma y lo identificas. Los puedes identificar, lo comprobé, con los ojos cerrados. Da igual el material, lo que huele es el color en sí. No me preguntes cómo ni por qué, es así. Es como verlos, pero es distinto, es otro registro.
hiperosmia oler los colores
Luego la capacidad empezó a desaparecer, y llegué a estar dos meses sin experimentar nada. Empecé a preguntarme si me volvería a pasar. Me daba una sensación muy frustrante de “He tenido superpoderes, y los he perdido”. Aunque lo tenía siempre muy presente, y me gustaba contárselo a la gente, con cuantos más detalles mejor.

IV.
Y luego me fui de fin de semana al Algarve. En Tavira, por el centro, buscando donde comer me asaltó de nuevo la sensación de “qué bien huele pero qué bien huele pero qué bien huele...” y di un paseo como flotando a un metro del suelo, colocada, inmersa en un tripi con una sonrisa estúpida en la cara, como los hippies en los años 60. LSD total, pero ya os digo que no me tomo nada para entrar en estos estados, ni una cerveza. Ese día comí una de las comidas más sabrosas de mi vida y bebí el mejor café de mi vida. Pero por la tarde me pasó algo inquietante. Siempre esto me había tocado las zonas del cerebro relacionadas con el placer (menos una vez en la Plaza de España cuando olía algodón dulce pero no lo podía ver y me enfadé mucho), pero esto no fue así. Después sí, pero en el momento de pasarme no. 
Me pasaron dos cosas, las dos iguales de inquietantes.
Cruzaba una plaza en un barrio humilde y me paré a oler un árbol plateado, que olía a plateado. 
Pero de repente vi delante de mis ojos, superpuesta al árbol y como dibujada o representada en el aire, una tarta de cumpleaños verde. Un trozo de tarta. Con su forma triangular y su textura. Y luego miré hacia abajo, y vi...

esto. No sé si se entiende, pero es un arriate de plantas con exactamente la misma forma y color que lo que yo había visto en el aire. Y me dio un mal rollo impresionante. Porque claro, lo había visto con los ojos pero sin verlo con los ojos, porque no estaba en mi campo de visión... lo vi con la nariz. Pero eso no me gustaba nada. Como si me pusieran a prueba o algo así. Me desagradó profundamente la experiencia. Después no, después pensaba una y otra vez en ella y ahora me gusta tanto como cualquiera de las otras experiencias... porque ya sabía que era capaz de ver las cosas sin usar los ojos. Aunque tenía que aprender a ver. Me equivoqué en la textura y no era un trozo de tarta. Yo vi un trozo de tarta, de textura rugosa. En el color y la forma acerté al 100%.

Más tarde el mismo día pasé por la calle de la estación de autobuses y pensé, uy, aquí tienen la vela que hay en mi casa (es una vela que uso para enmascarar malos olores), pero ¿dónde está? La busqué por la calle y luego la encontré, estaba en un escaparate, detrás de un cristal gordísimo completamente sellado por todos sus bordes. No encontraba el resquicio por donde podía salir el olor. Comprobé a qué distancia era capaz de oler la vela: la olía a unos dos metros del escaparate, a través del cristal. El día siguiente pasé por el mismo sitio a ver qué pasaba. La vela seguía allí, pero yo ya no olía nada. Está visto que estas capacidades viene cuando quieren.
(21 abril 2014)

Luego pasaban tantos meses entre experiencia y experiencia que pensaba que lo había perdido para siempre pero no, siempre volvía.

V.
En un viaje a Algeciras y Gibraltar me pasó de nuevo. En el hotel olía los colores, los sillones morados olían muy fuerte a morado. Me puse a oler con los ojos cerrados a ver qué pasaba, y vi una forma cuadrada delante de mí, marrón oscuro. Cuando abrí los ojos, era el piano. Solté una carcajada.
(18 enero 2015)
VI.
Después de varios meses sin una experiencia de este tipo de repente tuve una de las más curiosas, en el sitio menos esperado: en la segunda planta del Instituto de Idiomas. Salí del ascensor y empecé a pensar, pero qué bien huele el tablón de anuncios, qué bien huele, qué bien huele, pero es que ya sobrepasaba todo lo que yo conocía, el papel, la tinta, los colores, las superficies, el aire, las paredes, todo, todo... cada cartel, cada anuncio.... y tanto que de repente estaba en un estado de santo éxtasis (había ido a arreglar unos asuntos pero no podía hablar con nadie en ese estado, me tuve que quedar por el pasillo hasta que se me pasara), una sensación de placer en todo el cuerpo tan maravillosa que floté en el aire con los pies colgando como cuando estás en el agua, pero yo estaba más o menos por el techo, floté por todo el pasillo así, todo el cuerpo en tensión pero muy relajada a la vez, no necesitaba las piernas para moverme, flotaba, volaba, y todo por lo bien que olía ese pasillo. 
Donde menos te lo esperas.
hiperosmia euforia maravillosa capacidad
Cuando por fin bajé un poco del trance fui a lo que había venido, a ver a São, y al contárselo ella me comentó una cosa que me resultó curiosa, no sé si está relacionada o no... que hace un par de días no se podía pasar porque habían estado trabajando en las escaleras, pegando el lino... ¿Será que ese pegamento que no detecta nadie más que yo (porque no consta que nadie más que yo haya flotado por el pasillo en un estado de santo éxtasis), es lo que he esnifado? Si es así, quiero más.... Entiendo muy bien porque la gente se hace adicta. Si tuviera acceso de alguna manera a esa experiencia, a esa sensación, nada más importaría quizás, y sería muy difícil prescindir de ella. Eso me da miedo. Gracias a Dios no es así y no me puedo hacer adicta, porque para entrar en estos estados no me tomo absolutamente nada.
(9 julio 2015)

Ese día fue el último que tuve una experiencia de este tipo. Hace bastante más de un año ya, y creo que no se me volverá a repetir, aunque me haría muy feliz si así fuera. Me solía pasar más en los viajes, a lo mejor por algún detonante, alguna aroma poco habitual que sirviera para desencadenar el resto... no lo sé. Me pregunto a veces si no me volverá a pasar en algún viaje.
Cuando me empezó a pasar nunca dudé ni un instante de que lo tendría ya para siempre, y mira, no fue así. Me duró, ahora sí, ahora no, un par de años.
He tenido superpoderes, y los he perdido.
Pero esos “superpoderes” forman parte de mí ahora. He aprendido a ver las cosas de forma distinta, entiendo cosas de la vida que antes no entendía (entiendo la forma en la que viajan los olores, por ejemplo, que cada color tiene su propia aroma intrínseca, que las plantas tienen una sociedad muy compleja, que los perros ven las cosas cuando las huelen).  
La capacidad de saber la personalidad de las plantas y los árboles y saber si se llevan bien o mal entre ellos, eso por algún motivo no se pierde, cuando sabes hacerlo no te abandona, es como montar en bici.
Es una experiencia que te cambia la vida, porque cambia tu percepción de las cosas. El hecho de que ya no me pasa más me frustra, pero me siento afortunada.

Si a alguien le ha pasado algo parecido, me encantaría que me comentárais, aquí o en un email a pau365@hotmail.com.

(¡Enhorabuena, si has llegado hasta aquí!)

POSDATA: (añadido en octubre 2017) Y ya sé por qué me pasó... Estuve años sin saber a qué se debía  este extraño fenómeno, que sigo pensando que ha sido de las mejores cosas que me ha pasado en la vida. Más tarde descubrí que tengo sinestesia, que es la razón por la que experimenté la hiperosmia de una forma tan radicalmente diferente a como se suele experimentar (de hecho, suele ser algo molesto y desagradable). Tener sinestesia te permite ver los olores (en mi caso; hay muchos tipos) y viene con una dosis muy grande de felicidad. La he tenido siempre, en varias manifestaciones, menos intrusiva normalmente, pero no sabía lo que era. Gracias a esto lo descubrí. Ahora forma parte de mi vida :)