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La Travesía

viernes, 9 de noviembre de 2018

SÃO SEBASTIÃO DA GIESTEIRA – MONTEMOR-O-NOVO. DÍA 19 SEVILLA-LISBOA 365 KM

Ha sido uno de los días más bonitos de toda la travesía, un reencuentro espectacular con el medio rural.
São Sebastião da Giesteira. Un pueblo con unos pocos cientos de habitantes, 4 bares, algunas ovejas y mucho encanto.
En mi casita blanca y azul me levanté a las 6.30 (hora portuguesa) para desayunar el buenísimo pan de pueblo y poder aprovechar el fresquito de la mañana e intentar esquivar el infierno que se prometía para unas horas más tarde.
A esta hora tan temprana tienes unas contraluces magníficas para fotografiar y no estás solo: salen todos los señores mayores del pueblo a pasear a esta hora y te saludan.
Y los 16 km entre São Sebastião da Giesteira y Montemor-o-Novo han sido tranquilos pero espectaculares. Pura naturaleza, a través de campos sin un alma con ovejas pastando, el sonido de la brisa en los árboles, albero, cielo azul, alcornoques numerados…
¿Alcornoques numerados?
Pues sí, estos bosques de ochos, seises, cincos y cuatros tienen su explicación en que se marca cada árbol con el último dígito del año de la saca de la corteza más reciente. Yo no sabía eso cuando paseaba entre ellos, simplemente me parecía un código secreto, que cada árbol pertenecía a un grupo y ellos sabrían por qué. Con algo en común que no me querían decir. Grupos de amigos simplemente, quizás.
Kilómetros y kilómetros como si fueran una sonrisa, qué tranquilidad y bienestar.
Dos horas más tarde salí de mi baño de naturaleza para poner los pies en el primer trozo de carretera del día,
que también me gusta, claro. Apacible y quieto, sin coches, muchas casitas e incluso muchos bares donde hacer la parada del Sumol (había cuatro, aunque yo solo necesito uno).
Al acercarte a Montemor vas viendo las impresionantes ruinas del castillo cada vez más de cerca y sabes que estás en el buen camino.
Y aunque en los últimos kilómetros hay algún trecho de densa e impenetrable jungla (sin leones, eso sí, solo me he encontrado con leones en Las Pajanosas), se llega fácilmente a la ciudad y la ciudad también sigue la onda positiva porque es una joya sin descubrir, impresionante.
Montemor-o-Novo (más bien viejo). Un espectáculo abandonado, ruinas cautivadoras. Son los restos de una ciudad que existió en el siglo XIX, en los 30, los 40, los 50, los 60, todo superpuesto. Tristemente, como muchos lugares en el Alentejo interior ha sufrido la despoblación: por todo el centro hay carteles de SE VENDE y lo que se vende no son casitas humildes como en Amareleja sino casas buenas, grandes, antiguas, incluso señoriales, palacetes. Una y otra y otra y otra, me parte el corazón ver tantas casas históricas que se caen a pedazos.
Sobrecogen las cifras: en el año 1950 Montemor y su municipio tenían más del doble de habitantes que ahora. Ahora ha vuelto a los niveles de población que tenía en el año 1900. Pero con solo un tercio del número de niños y jóvenes que tenía en esa época y casi ocho veces más personas de más de 65 años. Que básicamente refleja lo que está pasando en todo el Alentejo interior.
Y el paseo por el centro tiene muerte y decadencia pero también vida y belleza. Tiene de todo. Es una ciudad fascinante.
Y luego hay el castillo. Mi idea era llegar y fotografiarlo justo en el momento de ponerse el sol, y así ha sido.
Ya había visto fotos del castillo y para mí era como Guernica, el hermano menor de Guernica o algo así, aunque en este caso el bombardeo solo ha sido del tiempo y el resultado final es un panorama impresionante, suave y pacífico, no aterrador.
Y termina el día y también aquí en Montemor todo termina en gato.

2 comentarios:

  1. Buenos días Pau!
    Me encantan tus post sobre viajes. Los lugares preciosos que recorres. Y como no solo te quedas en lo superficial sino que te das cuenta de la despoblación del medio rural.

    Leerte ha sido casi como caminar a tu lado.

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    1. Gracias, Dragonfly! Por cierto si no llueve seguimos pronto y vas a llegar a Lisboa conmigo :D Ya te voy contando!

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