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La Travesía

domingo, 10 de noviembre de 2013

Portugal en un millón de pasos

… y ni os he puesto una foto de la exposición ni de la inauguración ni nada…

¡¡Allá va una!!
¡¡Allá va otra!!
Y algunas más de la primera exposición, en la Casa de las Columnas:



Y de la segunda, que ya anda sola, en el Tejar del Mellizo:
Además con un equipo de montadores así, todo se hace más fácil!
Y ahora estoy esperando y buscando sala para la tercera, porque Portugal en un millón de pasos es estupendo de exponer, viene la gente y te da besos y cosas así, y me siento feliz.

Y no ha sido fácil en algunos aspectos, porque lidiar con un montaje de 23 metros de largo y tener que cortarlo en trozos y luego hacer que vuelva a ser de una pieza como por arte de magia no es lo mismo que manejar unos cuadros enmarcados, y exponer alrededor de un patio sevillano con una tormenta cayendo por ese mismo patio con rayos y truenos (y lluvia, naturalmente, por un tubo), torciendo y combando tu trabajo, aunque ya está más o menos arreglado eso (planchándolo con la plancha, remedios caseros). Y puedo decir que la acogida y la reacción de la gente ha sido TAN buena que todo ha merecido la pena, el estrés, los kilos que perdí, veo que la gente ENTIENDE mi travesía, y VIVE mi travesía conmigo, y eso me llena de felicidad y me da la sensación de que he hecho bien en hacer esto, y de que esto es lo mejor que he hecho en mi vida. 
Y quiero seguir exponiéndolo, todo lo posible. No quiero que esté aquí en casa. Necesita ojos, necesita dedos apuntando a los sitios conocidos, risas, silencio, lectura, comentarios simpáticos en el libro de visitas. Es importante que la gente lo vea.

Así que ya os contaré algo de sus andanzas, cuando ande a algún sitio. Queremos llevarlo a Portugal. Os contaré, eso.
(Siento desaparecer y aparecer tanto. Intentaré hacerlo menos. Voy bien, si hoy hasta he posteado en la Voz del Maniquí y todo. Me voy reincorporando a la marcha, en el buen sentido de la palabra.)

:)

domingo, 13 de octubre de 2013

“PORTUGAL EN UN MILLÓN DE PASOS" SE INAUGURA

He ido de esto
a esto
y de esto
a esto
pasando por muchas otras fases en el camino.

Llevo un año preparando esta exposición. Desde octubre del año pasado, cuando empecé a seleccionar las fotos que saldrían en el montaje, escribir los textos para el librito y para la megafrase y decidir cómo exactamente iba a presentar al público de una forma divertida y digerible una travesía de 55 días de caminata, 18 etapas, 958 kilómetros y un millón de pasos.

Pues nada, lo decidí, trabajé en ella todos los días (todos, sí) y ahora aquí estoy, empaquetándola para llevarla mañana a la Casa de las Columnas. Es una absoluta locura (no hace falta que os lo diga): una instalación de 23 metros continuos de fotos y de frase, 7 paneles grandes, un libro y un álbum. Queda muy bonita, estoy contenta con los resultados. Es bueno ver las cosas terminadas.

El último mes ha sido tremendo. Llevo 6 meses diciendo “…y se me va a echar el tiempo encima” pero ha sido un estrés total y absoluto, sobre todo cuando surgían problemas. Tanto que he perdido más de 2 kilos sin proponérmelo, lo he descubierto así como así. He recuperado mi figura juvenil, sin dietas, sin hambre, o sea que no hay mal que por bien no venga, pero no me gusta vivir así. Lo malo es que siempre es la misma historia cuando tienes una exposición, por mucho que te adelantes a los acontecimientos. Siempre, siempre, siempre.

INAUGURAMOS EL MARTES.

viernes, 6 de septiembre de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 18 (y VI) Día 5: Viana do Castelo - Caminha

Salgo del hotel disparada, como siempre, la mañana siguiente. Y allá voy. Día 55 de mi caminata. Me quedan 24,5 kilómetros de Portugal por recorrer. Muy poco, o muy mucho, según lo mires.
En mi último día parece que han cancelado el tiempo y no hay cielo. Hay que mirar con mucha atención para encontrar los toques de color, aunque siempre los hay. Hoy están en esta pequeña serie (3!) de paradas de autobús que si no me equivoco debe de estar ligeramente inspirada en la bandera portuguesa...
Siguen apareciendo cosas curiosas bajo el cielo completamente blanco. Los habitantes de esta casa, muy ordenaditos ellos, apilan la leña y disponen y secan al aire los….
churros… ¡Qué cosa más rara! O ¿es normal y solo soy yo quien no lo había visto nunca?
Y el cielo se llena de neblina. Es un extraño día sin sol, un día que se traga a los colores, un día norteño. Más al norte en este país es casi imposible. Así que lo interpreto como una buena señal.
Además el color del cielo me da igual. Me dan igual muchas cosas. Porque mientras camino y camino y me voy acercando a mi meta empiezo a sentir una felicidad dentro de mí que sube y crece y esa felicidad lo es todo. Me siento total e irremediablemente feliz.

Este último año, y sobre todo este último mes y medio, he estado pensando mucho (léase más bien atormentándome) sobre acabar esta travesía, y esta fase de mi vida, y me he preguntado una y otra vez qué haré después y cómo viviré sabiendo que ya no tengo esto y que ya nada volverá a ser igual. Y tenía miedo. Miedo a acabar. Creo que quería caminar, y caminar, y caminar, y no acabar nunca. Incluso tenía ideas ―y muy concretas, muy perfiladas― tipo bajar por el otro lado hasta llegar otra vez a Vila Real… no sería imposible, la ruta existe. O a veces simplemente veía un enorme vacío, una vida ya exprimida, una edad y una situación que ya no me gustan nada… y encima sin Superconjuntada ya para ilusionarme todos los días del año. Viendo las orejas del lobo. Un poco preocupada.

Pero de repente el último día de mi travesía me doy cuenta de que todo el tema de acabar Superconjuntada lo tengo ya totalmente aceptado. Que he preguntado, me he contestado, he agotado esas vías de preocupación y ya me he quedado tranquila. Y lo único que queda es una profundísima felicidad y la sensación abrumadora de que esto, aquí y ahora, hoy, en esta carretera sin cielo y sin sol, es maravilloso, maravilloso, maravilloso. Y que estoy a punto de terminar, de conseguirlo. No tengo ninguna preocupación ya. Es lo mejor que me puede estar pasando. Es lo mejor que he hecho en la vida.
Y el día 12 de agosto, trotando por mis largas carreteras bajo el no-sol, eso viene a significar que soy feliz pase lo que pase, y que no me importa ni siquiera que me vengan a fastidiar con estúpidas flechas amarillas que nunca he seguido o incluso con el mismísimo Apóstol Santiago saliendo de un muro. De verdad, ya no me importa.
Nada importa, solo el hecho de que voy a llegar a Caminha. Y lo que siento no son ganas de bailar como algunas (muchas) veces, ni necesito música, no es querer contárselo a alguien, nadie lo entendería quizás y además no necesito contarlo, es algo interior. Es un poco como volar acunado en los brazos de tu propia sonrisa. Una tranquila y absoluta sobredosis de dopamina.
Sigue el trasfondo del día blanco e inexpresivo cuando llego a Vila Praia de Âncora. Me tomo un Sumol en un bar de la plaza y llevo muchos kilómetros, estoy cansadísima pero no soy capaz de quedarme mucho tiempo allí, la impaciencia va por dentro y me tira y me empuja y me jalea, ya descansaré más tarde.
Lo siguiente es un larguisisísimo carril bici que llaman el Sargaceiro que recorro sin dejar de sonreír y como si fuera una bici, solo que con un poco más de cansancio en las ruedas, y varios caminos más, todos larguísimos, aunque supongo que me hacen esto para prolongar mi felicidad. Pero cómo estoy deseando llegar…
Y luego… resulta que esto que se ve al final de una calle transversal entre las remolinantes brumas se llama… Espanha. Estoy viendo España…
Sin palabras. Estoy contentísima. Estoy en Caminha.

¿Y te has fijado en que en ese mismo momento ha salido el sol, y ha vuelto el cielo?

Es como ser un pequeño globo lleno de helio. Tengo que ir con la boca abierta para no despegar del suelo y salir volando por las calles de la tranquila y fronteriza Caminha. Y nada más importa. He llegado. Ya no hay quizases ni si Dios quieres. Lo he hecho y ya nadie me lo puede quitar. La Travesía Superconjuntada está completa. Lo he conseguido.
Una felicidad así solo se siente unas cuantas veces en la vida.
Cerveza, comida,
hotel. (En Caminha había que elegir entre un hotel de lujo, bastante caro, y una pensión de mala muerte con un precio de lujo. Adivinad cuál de los dos elegí. Que conste, elegí bien.)

No he perdido nada en mi vida al terminar la Travesía Superconjuntada. Todo lo contrario: me ha añadido cosas. Ha mejorado mi vida enormemente. Puedo decir que soy otra persona. Soy una persona que ha cruzado Portugal a pie. Sola, a mi manera, tomando mi tiempo y disfrutando de cada paso. Como tiene que ser. Como yo he querido que fuera.

- · -

Estoy preparando una colosal exposición-instalación, para octubre (y noviembre, y diciembre, y….) (…y otros meses, si conseguimos llevarla a Portugal). Se llamará PORTUGAL EN UN MILLÓN DE PASOS (son 1.187.920, pero he redondeado). Me haría ilusión que os acercarais a verla. Un día de estos os informaré de cómo va.

- · -

GRACIAS POR LEERME. ESPERO QUE LA CRÓNICA DE MI PEQUEÑA HAZAÑA OS HAYA DIVERTIDO, O MOTIVADO A HACER TRAVESÍAS PARALELAS, TOTALMENTE ÚNICAS. O SIMPLEMENTE SABER QUE ES POSIBLE.

QUE PARA CRUZAR UN PAÍS SOLO HAY QUE ESCUCHAR TUS PROPIAS IDEAS, MANÍAS, IDIOTECES Y PREFERENCIAS: FUNCIONAN. TE LLEVAN. SI TÚ QUIERES, LLEGARÁS.

Sigue tus propias flechas y llegarás.

Gracias, Portugal.

lunes, 2 de septiembre de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 18 (V) Día 4: Esposende - Viana do Castelo

He salido a primera hora y me he puesto a caminar con la esperanza de que mi camino me lleve por en medio de un cementerio. Un cementerio muy estratégicamente situado en el mapa. Parecería que solo tengo que entrar por la puerta de atrás y lo puedo incorporar a mi travesía y hacerme unas bonitas fotos con las tumbas antes de salir por la puerta de delante. Si un aeropuerto forma parte de mi caminata ¿por qué no un cementerio? Desde luego es la pieza que me falta…
Pero hay un pequeño problema. Cuando llego al cementerio…
¡no tiene puerta de atrás! Solo tiene una puerta, la de delante. Y en esas condiciones no hay manera de cruzarlo! Ya veo que no se entra y se sale de los cementerios así como así. Todo muy metafórico. Tengo que ir apartando la maleza y rodeando la tapia y forjando otro camino hasta desembocar en la Rua do Cemitério (bueno, la carretera principal). No lo he podido incorporar a Superconjuntada. ¡Qué pena!
Sigo caminando entre vivos, ya que los muertos no me dejan, y veo cosas interesantes, como por ejemplo este león de piedra con peligrosísima pinta, pero enjaulado. Y me parece que ya nos podemos ir olvidando del gallo de Barcelos: el nuevo símbolo de Portugal es el león de piedra. He visto cientos de ellos en mis andanzas por el país… he visto muchos más leones de piedra que gallos de Barcelos. Creo que ya es el momento de declararlo símbolo nacional y especie protegida, sobre todo los que llevan la camiseta del equipo de fútbol de su dueño o tienen los ojos pintados de azul.
Hablando de piedras ¿no es bonito este muro artesanal (y probablemente muy antiguo) hecho de piedras apiladas una sobre otra, sin vestigio de argamasas ni de cementos?

Un poco más adelante te das de bruces con la cruda realidad. Las hadas del bosque. Las hadas del bosque son la cruda realidad. Empieza el bosque, y hay varios kilómetros de bosque, y la carretera pasa por en medio del bosque. Y cuando ves a algunos estrafalarios personajes aparecer y desaparecer entre los árboles… primero te preguntas quiénes pueden ser y luego te das cuenta de quiénes son. Se están prostituyendo en ese bosque, y bien triste se ve la situación de esas pobres mujeres. Pero el negocio está allí, de hecho dos conductores me han confundido con una de ellas y han querido parar… pero esos no son peligrosos, ni te persiguen. En cuanto ven que no tienes ningún interés en ellos saben que se han equivocado y se pierden rápidamente carretera arriba, donde encontrarán lo que buscan, supongo. Triste realidad.
Pero de los bosques se entra y se sale, al contrario que los cementerios, y pronto salgo del bosque y llego a un barrio con un estupendo bar donde me tomo dos Sumoles y un merecido descanso, y en seguida puedo ver como Viana do Castelo aparece al otro lado del lodo, al otro lado del río, perdón.
Y se va acercando, y ya está más cerca, y perseverando por el puente veo el hotel donde me voy a quedar, lo veo muy claramente al otro lado del río, pero cuando me bajo del puente ya no lo veo y ya no lo encuentro, allí estaba en toda su gloria setentera pero ya no, hay que fastidiarse, y tardo un buen rato en volver a encontrarlo. Al final sí, y oh qué años setenta es, qué estilo, además no han hecho una sola reforma desde entonces y está como… desgastao… pasao… estiloso sí, porque todo vuelve y ahora una estética setentera es retro total y muy atrayente, pero uf, me meto en el ascensor y en el felpudo donde en 1973 ponía PARQUE en grandes y modernas letras ahora solo hay una P y una E... el resto lo han ido borrando los pies de los huéspedes durante los últimos 40 años. Empezando con los zapatos de plataforma, supongo. Pues al pisar esas letras (o no-letras) he llegado a un destino más, ya estoy en Viana...
Por la tarde me voy a dar un paseo, a conocer la ciudad (que por cierto es una ciudad muy fácil donde no te puedes perder, no te hace falta mapa, ni siquiera un mínimo sentido de dirección, es única, vaya, en eso me gustó) y a hacer unas fotitos por las calles… y me doy cuenta de que… definitivamente…
estamos en Galicia. Que esto es Galicia, sin ninguna duda. El acento, las casas, el ambiente… todo me dice que estamos ya en Galicia.

Y hablando de fotos, me quedo parada y paralizada ante el escaparate de “Foto-Bazar”. ¿Qué demonios es esto?
Pero qué mal rollo, por favor… y a la vez qué belleza y qué originalidad. Todo tamaño carnet, pero impactan los retratos del Foto-Bazar.
Decenas de niños y jóvenes con la cara medio volada y despegada. A algunos solo les quedan los ojos, a otros un poco de pelo, un poco de piel colgando o unos jirones de ropa, a otros casi nada reconocible. Los menos, enteros todavía pero desvanecidos, débiles y desvaídos, poco más que un vago recuerdo.
¿Son ellos los que han pisado el felpudo del hotel hasta dejar solo una P y una E?

Salgo de Viana y sigo por mis caminos, los últimos ya, hacía Caminha, el sitio donde ya no hay más Portugal…

miércoles, 28 de agosto de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 18 (IV) Esposende

Después de tres días de trotes sostenidos, llega el momento del descanso.
He elegido un buen hotel y cuando los niñatos de la piscina infantil se callan y me dejan puedo dedicarme un día entero a relajarme, tomar el sol y disfrutar del aire agradable y las buganvillas rampantes en mi terraza. He hecho una foto desde allí. O quizás en esta foto estoy haciendo el pino en el fondo de la piscina, no me acuerdo, creo que hice la foto al revés y con el agua en medio. Pero os hacéis una idea de donde estoy.
La ciudad de Esposende vive por y para sus playas. Y por y para su pesca, su kitesurf, su arena, su mar y su naturaleza, con sol y sal de mar y deportes acuáticos y gente de vacaciones, todo eso sería la nota dominante.

Justo enfrente de Esposende está la península de Ofir, que es toda naturaleza (con la monotonía felizmente rota por algún mamotreto setentero aislado) y está poblada por decenas de kitesurfistas que salen todos a kitesurfear al mismo tiempo y traen un poco de alegría y aglomeración al cielo.
Me gustaría conocerlo en diciembre. Tiene que haber un placer perverso en visitar Esposende en diciembre.
Y un día de remoloneo con este telón de fondo es una cosa estupenda. Hace falta cuando estás cansada después de tres días de marcha (en el sentido más atlético de la palabra). Viene bien desayunar tranquilamente, ir a descubrir cosas a un paso más acompasado, observar, o no observar nada, estar allí simplemente con un día de regalo, un día para estirar las piernas y no hacer mucho, si acaso leer un periódico o poner en orden los apuntes.
 He conocido a este personaje…. Joël Buton, un francés que lleva 11 años recorriendo Europa a pie para concienciar a la gente sobre las minas antipersona. Me hacen ilusión estas cosas porque me gusta saber que hay otras personas cruzando países a pie… y este se lleva la palma. A pie por toda Europa, ¿tirando de ese carro? le pregunto. ¡No! dice. ¡Empujando! Hablaba un poquito de portugués y yo en Portugal mi francés como que no sale, así que no tuvimos una conversación larga, pero te puedes hacer una buena idea de su travesía de todas formas porque todo viene explicado en sus carteles y algún recorte de prensa que te enseña. Desde luego le dije que también estaba recorriendo Portugal a pie pero no me entendió y no me extraña, no tengo pinta, no me creería, al no esperar que le salgan con ese tipo de cosa… Pues nada, según cuentan en la prensa este hombre duerme al raso, a veces incluso sobre una cama de pinchos de fakir que lleva con él... hmmm… yo tengo otra forma de encararme al día a día cruzando un país…. pero me encanta (siempre me ha encantado y siempre me encantará) como cada persona que se dedica a estas cosas lo hace de su manera. Y los que lo hacen por una buena causa son infinitamente más útiles que yo. Podrías leer más sobre Joël Buton aquí.

Seguí dando una vuelta por Esposende, con pequeñas conversaciones y pequeñas observaciones, y todo me lleva a pensar que tiene una relación muy especial con la playa y el agua. Es una ciudad muy playera. Una ciudad en bikini.
Y ¿qué os parece esta gran afluencia de público bailando a las órdenes de los chicos fitness y sus decibelios? Divertido como mínimo ¿no? aunque yo no me animé a dar saltos con ellos, jeje….Qué linda es la niña a la izquierda de la foto ¿verdad? Bueno, como veis, entre una cosa y otra Esposende tiene su punto surrealista…
Y me hace gracia que ante el gesto de los chicos pop, que se supone que el público hay que copiar, exactamente la mitad de la gente levante el brazo derecho y exactamente la otra mitad el brazo izquierdo… qué bueno…

Total, un día más tranquilo pero otro día más, que dicho de otra forma es otro día menos. Noche: a la cama prontito, para mañana seguir cruzando Portugal y a ver con qué cosas me encuentro…

domingo, 25 de agosto de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 18 (III) Día 3: Póvoa de Varzim - Esposende

Día 3. Es temprano por la mañana, muy temprano. Se acabó eso de llegar a los sitios a las diez pasadas en el autobús, ¡ya puedo ir a mi aire! Acaba de salir el sol y yo camino por la costa, hacia el norte. En la arena hay casetas de playa vacías, esqueletos de casetas de playa, casetas desnudas y casetas vestidas, casetas, casetas, casetas… y el primer pueblo tiene uno de los nombres más bonitos con los que me he encontrado en mis caminos: A Ver-o-Mar. Y ¿qué es lo que hacen los habitantes de A Ver-o-Mar? Pues claro, se ponen en el murito a ver el mar.
Aver-o-Mar tiene mar, y tiene casetas de playa, pero lo que tiene Aver-o-Mar en grandísimas cantidades, porque tiene realmente muchísimas, muchísimas, son…
cebollas.

Sí, A Ver-o-Mar está lleno de cebollas. Tengo que decir que yo nunca había visto las cebollas en su hábitat natural, o sea, creciendo en el suelo, ni me había pasado nunca por la cabeza cómo podían crecer las cebollas. Pues ya he visto cómo lo hacen. Es como si alguien llegara al lugar con una bolsa llena de cebollas y tropezara, y la bolsa se le cayera y las cebollas fueran rodando por todo el suelo, es así como crecen las cebollas.
Y luego les ponen orden. ¡Me resultan muy simpáticas las cebollas!

Menos simpático me ha resultado esto:
¡Me cago en diez, estoy en el Camino de Santiago!
Qué contratiempo…. es que todo el día de ayer ya venía viendo una serie de flechas amarillas que no sabía qué eran, pero eran tantas que tenían que ser algo, y daban mucho coraje porque parece que te leen los pensamientos y te mandan por donde ya pensabas ir, y te encuentras cogiendo por otro lado para no seguirlas, y definitivamente en este caso yo no seguía las flechas sino que las flechas me seguían a mí y es una sensación muy mosqueante. Pero nada, mejor olvidarnos de ellas. Pronto consigo zafarme de las fastidiosas flechas y estoy en campo abierto,
 echando un bailecito en la frontera Porto-Braga.
Y luego este encuentro. Estas maravillosas casas, todas de una época, se ven por todo Portugal, muchas de ellas en lugares costeros, muchas de ellas en ruinas (junto con las ilusiones de sus habitantes, yo siempre pienso), y este hermoso ejemplar a pie de playa en Apúlia Praia es de las más impresionantes que he visto. Le rodeé con mis pasos, mis brazos y mi cámara y miré por todas las ventanas, adoro estas casas. Pregunté a la chica del bar de enfrente si me podía decir algo de la casa, cómo se llamaba (porque siempre tienen nombre) y me dijo que se llama Pérola (Perla), que todos la conocen como Pérola. Y que, aunque no lo parece.... está habitada todavía...
Y en la fachada está este bonito azulejo con un rollizo bebé decimonónico con su cesta de flores y sus pajaritos y sus zapatitos. ¿Quién era el bebé de Pérola? ¿Qué fue del bebé de Pérola? ¿Murió de viejo? ¿Abandonó la casa?
Pues nada, la parada del Sumol, en el sitio con las mejores vistas de la misteriosa Perla…
Apúlia Praia, aparte de ser un hervidero agostero con altavoces en todos los lugares públicos vomitando música hortera a un volumen antisocial y añadiendo más caos al caos que ya hay, es también un lugar donde los afortunados pueden vivir a pie de playa en un antiguo molino… sí, están todos habitados… y al parecer se vive muy bien en ellos…

Y de Apulia Praia es solo un saltito de 6 km por campo, pueblo y río hasta Esposende, mi destino del día y donde pienso remolonear 24 horas antes de seguir añadiendo pasos a la Travesía Superconjuntada…