TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, DECIMOSEXTA PARTE (III)
Día 2: Tocha –
Praia de Mira (II)
Lagoa de Mira, inmensa, azul y con bosques y
riachuelos verdes, y lo mejor, ni un solo perro cojonero pegado a mis talones.
¡Qué alivio! ¡Viva a liberdade! Después de Lagoa de Mira se llega a Praia de
Mira por una larguísima “pista ciclopedonal” (una especie de carril bici donde
se admite también a caminantes), “ciclopedonal track”, traducen en un letrero,
sin darse muchas molestias, para los que no saben qué es (y que seguirán sin
saber qué es, digo yo).
Y al final del ciclopedonal track está Praia de
Mira, un entrañable pueblo costero, alegre y humilde, donde me quedo en una de
esas pensiones que ahora se llaman hoteles pero que siguen siendo pensiones, que
siguen teniendo alma de pensión, tienen cosas como por ejemplo que la barra de
la cortina se te cae en la cabeza y te mata, ese tipo de cosa, pero que tiene
una maravillosa alegría en su forma de ser, como todo el pueblo en general, y
unas vistas privilegiadas sobre las casas y el lago. Qué luminosidad, abro la ventana,
uf, medio pueblo está asando sardinas tóxicas, la vuelvo a cerrar rápidamente
(y a esto se me cae la barra de cortina, pero no en la cabeza).
Y la playa, la playa es increíble. Tremendamente visual, humilde y llena de gaviotas. Barcos de pesca, tractores que abren paso entre las toallas y las sombrillas, artilugios de pesca esparcidos por todas partes.
La gente, como las gaviotas, arremolinándose alrededor de un hombre con sardinas. Las gaviotas se las tragan directamente, la gente, más sofisticada, las cenará esta noche. Son muy baratas, creo que incluso regaladas (hay cientos de personas en un gran remolino). El mar, muy bravo y muy sonoro.
El pueblo es muy bonito. Tiene canales. Llenos de lodo, algas y porquería, pero los tiene. Hasta una langosta vi, en uno. ¿Quién la cenará esta noche? Los patos no la tocaban desde luego. Esto es la lagoa a su paso por el pueblo:
Las casas típicas son como unas casuchas de uralita, bueno, es madera pero imitando uralita, a rayas, hechas polvo, a punto de caerse. Esto es la iglesia, de verdad, es la iglesia,
aunque tienes que verla por dentro (con sus redes de pesca en el techo) para realmente creértelo:
Me quedé tomando el sol al lado de este barco de pesca, Deus nos guie,
Y ¿adónde me guiará mañana? ¿A Costa Nova? Espero que sí…