Avanzando hacia Lisboa. Arroyo de la Plata – Castillo de las Guardas –
Valdeflores. Mi amiga Catt me lleva en su coche y de paso pasamos el día. Estamos
preparadas para la diversión y para un poco de lluvia. Se supone que la diversión
será todo el día pero la lluvia solo empezará un poco más tarde, así que
salimos temprano para evitarla.
Pero resulta que la lluvia también se ha levantado temprano, queriendo
sumarse a la diversión y venirse de excursión con nosotras. Hay que convivir
con ella, porque no pensamos dar marcha atrás ahora. Además es una lluvia
finita, un calabobos de nada, y tenemos paraguas. Así que mientras Catt va con
el coche a El Castillo de las Guardas a subir y bajar por todas sus callejuelas
dejando boquiabiertos a sus habitantes con sus piruetas marcha atrás, cuesta
arriba y sin derribar la casa de ningún vecino, yo echo a andar por la carretera.
Que es lo mío, a fin de cuentas.
¿Os acordáis de las recomendaciones de mi amigo el policía la semana
pasada? (“cómprese un chaleco amarillo fosforescente, que son el no va más”).
Pues me he comprado uno, y creo que al final no me queda tan mal. Alegre es. Me
da un aire como de... naufraga, o algo así. Soy la alegría del naufragio, es la
frase que se me ocurre. Le he cogido una especie de cariño perverso. Como no
camino por la noche me lo pondré en tramos con mucha policía y en días grises
como hoy. No espero que sean muchos.
Y hale, a caminar, dirección Portugal, que Catt me espera en la segunda salida
para Castillo de las Guardas...
La carretera es lo que es, pero siempre encuentras cosas. He encontrado
un cortijo abandonado, rodeado de flores.
Y alcanzo a Catt y me subo a su coche, y aunque tenemos claro que una
lluvia finita es mucho mejor que una lluvia infinita, de repente empieza a borrarse
la distinción entre las dos cosas...
Vemos el Castillo de las Guardas bajo paraguas, pero el pueblo nos
encanta,
tiene un castillo que en realidad son cuatro restos de una antigua pared,
todo lleno de agujeros, aunque hay una explanada donde podemos bailar y posar
para fotos,
y luego encontramos un bar con chimenea y allí matamos otro rato,
porque ya es la hora de la cerveza, o la hora del café, o ambas cosas a
la vez.
Y a mí me queda solo un pequeño tramo de caminata hasta Valdeflores, unos
4 kilómetros, para completar la etapa de hoy.
Allá voy, después de pedirle prestado a Catt su abrigo. Me hace una foto
desde el coche, para que veáis que en esta travesía no se hacen trampas...
Al rato tengo la oportunidad de practicar mis habilidades como fotógrafa
de cerdos, porque ya hemos entrado de lleno en territorio pata negra. Voy
mejorando. Aunque me he dado cuenta de una cosa: que todos los animales
–cerdos, cabras, ovejas, gansos, lo que sea– huyen despavoridos nada más verme
pasar, con la única excepción del león. (Estos no me habían visto todavía. En cuanto
me acerqué un poco más se piraron todos). ¿Por qué será? Deben de estar muy
acostumbrados a ver pasar coches, pero a personas andando nunca. A lo mejor me
confunden con un cazador. Y yo lo único que voy a disparar es la cámara, y lo
único que consigo encuadrar son sus cuartos traseros, sus jamones,
desapareciendo a toda velocidad detrás de las encinas.
Pues nada, ya estamos más en nuestro medio. En Valdeflores hay una venta
(ya hablaré del tema de las ventas, las adoro) pero decidimos tirar carretera
adelante (en coche, claro) hasta Higuera de la Sierra, donde hay más variedad,
y nos metemos en un bar, la Colmena,
que es como de cazadores. Es como si los hombres llevaran un uniforme,
verde oscuro. Y desde luego en este bar de cazadores es imposible hacer una
foto sin que le salga una cornamenta a alguien.
Hay taxidermia creativa en las paredes,
una lámpara o candelabro de cuernos,
y luego seguimos con el almuerzo en esta otra venta, Casa Carmona. Croquetas
caseras y unas patatas increíbles, qué bien hemos comido allí, después de haber
pintado esta acuarela virtual, con la mente, con la lente quiero decir, desde
el coche. Y luego pá Sevilla. Higuera de la Sierra es mi próximo destino, y ya
sé dónde voy a comer – y qué voy a comer – cuando llegue. Me gusta tener las
cosas bajo control :)
Hace años iba muchisimo por un bar que se llamaba La Colmena, nunca habia visto ese nombre en ningún otro bar hasta ahora. La verdad que me ha traido a la memoria muy buenos recuerdos.
ResponderEliminarPau, te decia lo de Instagram para que te promocionaras y asi te leia mas gente.
El otro día te ví en google.
Lo investigaré, a ver si me hago una cuenta un día de estos...
EliminarEn facebook sí que estoy (Pau Tres Seis Cinco).
A ver si te vuelves a tomar una cerveza en La Colmena, la otra Colmena!
Se me olvidó comentarte que en el perfil de tu Instagram puedes poner la direccion de tu blog, y la gente entra directamente.
ResponderEliminarInstagram es una app que encuentras en tu movil.
Gracias Montse, me voy a informar, a ver si me organizo y lo tengo ;) ;)
EliminarPau, yo crecí allí, en Arroyo de la Plata.
ResponderEliminar--Aviador Dro.
Oleeee el Aviador Dro! Tudo bem? La Venta de la Plata, muy chula. Además el mundo es un pañuelo porque ese día desayunamos allí y resulta que mi amiga también se encontró con un viejo conocido allí, un empleado de la Venta. Espero que estéis muy bien. Yo sí, bueno, en casa como todo el mundo, pero bien. En Ciudad Jardín, ahora. BEIJINHOOOOOO!
ResponderEliminarjajajaja
ResponderEliminarQué arte tienes, Pau! Tudo bem por aqui, obrigado. Sí, lo mismo nosotros, recluidos y sin vida social. Qué jartura de todo...Me alegra saber que estás bien. Beijos!