Pues nada, llego al punto de partida, Las Pajanosas, y empiezo a caminar. Lo primero que hago es hacerme una foto sin cabeza, como podéis ver me la he dejado en casa, pero no pasa nada, traigo una de repuesto...
Por este bucólico camino me meto, dirección El Garrobo... y a los cinco
minutos empiezo a oír ¡Pum! ¡Pam! y empiezan a volar las balas. Pero esto
¿qué es? ¿Estoy en medio de un coto de caza o qué?
Ah, pues sí que lo estoy. O muy cerca de uno. Hay una valla entre las
actividades cinegéticas y yo, pero no creo que una valla con tantos agujeros
haga mucho para parar tantos tiros, y si me confunden con un jabalí (o con la bambi, mejor ¿no?) mi travesía acabará aquí en Las Pajanosas y nunca llegaré a
Lisboa. Bueno, creo que no están tan cerca como para volarme los sesos, y la
vaca de la foto por ejemplo también oye los tiros y ni se inmuta... aunque un
momento, ¿eso es una vaca o un toro? Y ¿qué hago pensándomelo tanto? Mejor aligerar
el paso y salir de aquí cuanto antes...
Y me quito de en medio con la velocidad de una liebre y dejo los tiros
atrás, siguiendo por este agradable camino rural. Más de 5 kilómetros tiene,
con algunos obstáculos...
... aunque aquí el agua siempre se puede rodear, así que no me he mojado
esta vez. Hay que disfrutar de estos senderos rurales mientras pueda porque ya
vendrán los kilómetros de carretera, unos 300, creo, así que no me voy a quejar.
Bueno, en realidad no sé cuál es peor, el ganado bravo detrás de esta
valla tan endeble,
o la policía en este lado de la valla. ¡Sí! No es broma, ¡me ha parado
la policía!
Y ¿por qué me ha parado la policía? Es la primera vez que me pasa. Pues no era para ponerme una multa de
25.000 pesetas por tirar basura y escombro, como sugiere este añejo cartel,
sino por.... ¡como iba vestida! Sí, por la ropa. Y mira que la había elegido
con mucho cuidado e iba con una falda muy bonita y de buen gusto. Querían saber
por qué no llevaba un chaleco amarillo fluorescente con bandas reflectantes.
Posibles respuestas a un policía que quiere saber por qué no llevas un
chaleco amarillo fluorescente con bandas reflectantes:
a. Pero ¿no ve que llevo un bolso morado? ¿Cómo voy a llevar un chaleco
amarillo con un bolso morado? ¡Puagh!
b. Perdone pero esto es una travesía superconjuntada y tiene un código de
vestimenta. Además estaba intentando no llamar la atención. Si ¡yo no quiero
que me miren! Y si me miran, no quiero que sepan a qué voy. A ver si voy a
parecer una peregrina de Fátima...
c. Ah... ¿hay que ponerse un chaleco amarillo para andar por la carretera?
¡No tenía ni idea! ¡Me compraré uno!
Ya os podéis imaginar cuál es la respuesta correcta. Acerté. Y sí, creo
que me compraré uno. Parece ser que no es obligatorio exactamente, o no a las
horas a las que yo camino... es “por mi seguridad”. Pero es verdad que me
podría venir bien en algún tramo peliagudo con poco arcén o poca visibilidad, o
con muchos policías, creo que no estaría demás ir provista de uno, aunque solo
sea para uso en emergencias o para colocármelo rápidamente cada vez que vea
luces azules en el horizonte. Y además “seguro” que le encuentro otros usos:
mantel para un picnic, toalla de playa... Quizás incluso evite que me atropelle
un coche, ¿quién sabe? Espero que no pese demasiado ;)
Y nada, vuelta a la carretera, con más flora, más fauna... El cabrero de
El Garrobo trae su pequeño rebaño de cabras. Por lo demás hay cosas muy variadas,
ya no hay algodón pero sí bellotas, higos chumbos, y calzoncillos (sí, dos pares he visto, al lado de la carretera en sitios distintos y me
pregunto qué es lo que le impulsa a la gente a tirarlos por la ventana del
coche, realmente no lo entiendo pero si alguien me puede aclarar...).
Esto es El Garrobo, donde hago la parada del Sumol en Bar Pérez (esta vez sí hay
zumo de naranja natural.)
Y al final, después de sumar 19 kilómetros, que ya es una distancia
respetable, llego a la Venta de la Plata, o sea Arroyo de la Plata, mi último y
plateado destino de momento. Próximamente, más...
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